Votar, es la cuestión

El próximo mes de mayo los súbditos de la comunidad de oligarcas y monarcas europeos podremos votar en unas elecciones al Parlamento que decide el 95% de lo que haremos o dejaremos de hacer y seremos o dejaremos de ser por decreto de sus señorías mayoritarias en aquellas poltronas que, hoy por hoy, son dominadas por el PP europeo y sus neoliberales dictaduras.

En Cataluña, en boca de la mayoría parlamentaria y tras el crónico fracaso de diálogo económico/político con los caciques del PP castellano y sus feudos monárquicos, se llama a un referéndum de autodeterminación -derecho recogido por la ONU y firmado por aquella España sorda y franquista- para determinar lo que se hubiera debido preguntar cuando palmó el regente del Ferrol y tutor del Borbón reinante: ¿qué quiere ser usted si es que fuere libre para decidirlo?

Uno vota siempre por ser republicano, donde todos los ciudadanos sin distinción gocen de idénticos derechos y se sometan igualmente a las mismas leyes en equidad de oportunidades desde su cuna hasta su entierro. Pero para ser monarca ha de haber súbditos, y a los de la jerarquía placentera y ociosa de los plutócratas y oligarcas, sus caciques y sus banqueros, no les apeteció jamás lo de la igualdad de nada, ni menos aún esa fraternidad o aquella libertad.

Pues el imperativo ¡libertad!, es un grito a la ruptura de las cadenas, la liberación de las dependencias económicas, la falta de medios, tierra o capital, de una herencia secular o del fruto de un trabajo dígnamente remunerado y de naturaleza honrada y justa. Lo que, ni trabajando, resulta posible en la Europa neoliberal y neofascista del PP y sus socios de variadas siglas, especialmente ligadas precisamente a "partidos de la Libertad", desde la Ucrania actual fascista y golpìsta a Hungría, la Holanda de los Bilderberg veraniegos o la Italia de Berlusconi, el topo Grillo y sus capos vaticanos.

En España el paradigma de la demagogia fascista son UPyD y Ciutadan's, con discursos de izquierdas y actos de la derecha más rancia y ramplona, pero hay otros torpedos que debilitan el voto efectivo de la izquierda europea, y son cada día más los iluminados por los medios que piden un trozo del pequeño pastel para edulcorar, descafeinar y frustrar una vez más un cambio real anticapitalista de ruptura, desde sus púlpitos y cátedras, contra la izquierda de clase, contra la clase obrera y asalariada, contra la mayoría de los pueblos de Europa unidos en la lucha desde hace décadas entorno a los partidos comunistas.

Así pues, esas próximas elecciones -a las que casi nadie parece dar importancia entre las nieblas del fragor de las independencias y los tambores y atabales de moros y cristianos, siempre entre la misma tropa que vota unida en lo importante y se juega los cromos de la chocolatina en los pasillos de los consejos de administración compartidos-, serán óbviamente el cénit de un proceso en que la suma de los resultados será decisiva -según sondeos- en la política europea y española, drásticamente.

Una caída del bipartidismo neoliberal -PP-PSOE- y la de sus socios "nacionalistas" periféricos -PNB, CiU, CC, UPN…- que, si se sumare como apuntan datos a nivel de la UE, podría significar una crisis en todos los gobiernos neoliberales desde Polonia, Rumanía o Moldavia hasta Portugal y la España de Rajoy, sin el soporte actual de Bruselas a sus necesidades inmediatas y la propaganda electoral de sus medios de prensa.

Y no sólo su caída y convocatoria de elecciones, sino el peligro de que se aplique la ley -ahora en sus manos sucias- democráticamente, y acaben todos entre rejas, con sus parentelas ahora encumbradas en olas de prevaricación y desvergüenza con salarios públicos e impúdicos.

Incluidos papás, suegros, tios, y nombres propios identificados con crímenes de Estado o genocidios internacionales. Y los cientos imputados, condenados y pendientes de indulto en sus manos…

Y en Cataluña -o Euskal Herria y Galicia- la caída de esos periféricos neoliberales imputados por corrupción podría suponer un nuevo equilibrio de fuerzas y la propuesta aceptable de una autodeterminación que no conduzca a un condado de señores feudales catalanes, sino a una ejemplar República Popular de Cataluña, socialista y democrática. Un bocado que incite al clamor de un "café catalán para todos", como los barones de las taifas feudales franquistas proclamaron en el invento de las autónomías, para acallar con una ley electoral fraudulenta los resultados de las elecciones.

Votar o no votar es tirar o no de la soga, en la que estamos todos atados, nos guste o no. Es de esperar que Europa entera de muestras de inteligencia y cultura, más allá de los bodrios dictados por sus comerciales y sus intelectuales prefabricados para un mundo sin intelecto.

Hay quien apuesta por la guerra o el caos antes que una derrota, aún pequeña. Son los menos, unos cuantos, pero tienen inmensas cabañas de ganado que, quiera o no, lo sepa o no desde el asilo, vota siempre.

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